lunes, 9 de abril de 2012

CONTENIDO.

                    Además de las noticias animadoras que traía, Timoteo informó a Pablo, de palabra o con una carta de los tesalonicenses, de ciertas aclaraciones que aquéllos deseaban, además de señalarle, sin duda, algunas deficiencias en la vida de aquella comunidad (3,10). Entre éstas debía de estar alguna libertad de costumbres (4,2-8) y probablemente cierta excitación por la creencia de la vuelta inminente del Señor (4,11-12; 5,14), con alguna impaciencia frente a los que tomaban la dirección en aquellas circunstancias difíciles (5,12-13) (no parece que Pablo hubiese establecido cargos directivos en la comunidad) y poco caso de los que, inspirados por el Espíritu (profetas), señalaban líneas de acción o corregían defectos (5,19-22).

                 Las aclaraciones que pedían los tesalonicenses se referían en particular a la suerte de los difuntos (quizá algunos habían muerto después de hacerse cristianos), temiendo que se viesen privados de participar en la venida de Cristo (4,13-18). Otra duda concernía el momento de esa venida (5,1-11); Pablo confiesa su ignorancia (5,2), afirmando que el día del Señor llegará inesperadamente, cuando menos se piense (5,3). Consecuencia de ello es la vigilancia continua, sin preocupaciones (5,4-11).

                 Es notable el retrato de Pablo que emerge de la carta. Insiste en la calidad de su trato y en su honradez personal, sin duda por las acusaciones que los judíos de Tesalónica levantaban contra él después de su precipitada marcha (no se olvide que muchos de los cristianos eran antiguos prosélitos judíos). Lo acusaban probablemente de insinceridad (2,3-4), de miras interesadas (2,5-6), de aprovecharse de la comunidad (2,7-9). Pablo les recuerda la impresión que tuvieron de él (2,10-12) y el trato personal que les dedicó (2,10-12).

                La carta suele considerarse auténtica y estar escrita en Corinto hacia el año 50/51. No faltan, sin embargo, argumentos para dudar de su autenticidad. En primer lugar, la feroz invectiva contra los judíos, impropia de Pablo (2,14-16) y, en particular, la afirmación de que "el castigo/la ira los ha alcanzado de lleno" (2,16), que difícilmente podría aplicarse a ningún acontecimiento anterior a la destrucción de Jerusalén y del templo (año 70). La enorme insistencia en "la venida del Señor" (1,10; 2,19; 3,13; 4,13-5,11; 5,23) y la ausencia de todo otro desarrollo teológico, a diferencia de las cartas ciertamente auténticas de Pablo, puede resultar artificial; parecería que esa venida hubiese sido el único tema tratado por Pablo y sus compañeros en la catequesis de los tesalonicenses y el único que suscitaba dudas, además de conductas extravagantes (4,11s; 5,14). El que Pablo espere estar vivo en el momento de la venida (4,15-17) puede ser un toque del autor, inspirado en 1 Cor 15,51s, precisamente para simular la autenticidad.              

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